Diario

sábado, 17 de enero de 2009

Cartas a una amiga

Hola, mon amour:
Aquí me tienes de nuevo abríendote el alma.
Trás un largo recorrido de horas y pieles (por dos opuestos pero complementarios seres) estoy sentada ante el televisor viviendo un reportaje inolvidable. Este es otro recorrido, y aunque sea visual, no deja de ser entrañable.
¡Qué bello es nuestro mundo y cuanto mal le hacemos!
En estos momentos ando entre bosques amazonicos ecuatorianos.
Qué dedicación mantienes estas tribus pérdidas para hacer una sencilla comida.
Cúanto tiempo para conseguirla.
¿Podremos nosotros comprender algún día que éstas personas dedique días, ya semanas en volver de la caza para comer carne? Ya el tiempo que le dedican a construir sus armas significaría para los "pueblos civilizados" una interminable agonía.
¿Por donde voy? ¿En qué marañas me envuelvo?.
Empecé por la piel y acabo dando un viaje por los más primitivos pueblos del mundo que nosotros denominamos salvajes. Claro, salvajes. Una buena definición para unas gentes sencillas que prvalecen a pesar de no tener más que un techo y la vida misma en sus manos en todas sus consecuencias. Desde elaborar sus propios y ralos tejidos desde la planta viva.
Debería extenderme más sobre estos insignificantes detalles, pero entonces ocurriría que te contaría paso a paso este proceso y ni siquiera conozco los nombres de las plantas que utilizan para ello. Claro que están filmadas, pero sabes que no tengo medios para retenerlas. Y además, mientras a nosotros nos llegan con tal facilidad ellos lo viven de ese modo desde hace siglos.
No se puede negar que la civilización, el progreso tiene la capacidad de maravillarnos. Eso es bueno porque, cuando podríamos ver semejantes bellezas.
Podría extenderme sobre lo que veo y a la par intento describirte, pero es una labor ardua y, ya sabes que mi capacidad para quedarme mucho tiempo en algún sitio es precaria. Asi que ya seguiré con ésta tarea de viva voz.
Si, si, si. Sé que prefieres esto de puño y letra, pero ando vaga. El frío ya ves. Por cierto, ya he leido el mamotreto que me regalasteis. Entretenido de veras. Y es que me empeño a menudo en leer unas cosas que valgame el cielo. Serán profundas, no lo dudo, pero a quién daña aguita fresca del avellano.
Un abrazo de largo recorrido y millones de besos de tu amiga.
M.V.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha parecido muy emotivo.

He de decir que siempre he querido irme a conocer tribus primitivas :)

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