Diario

jueves, 2 de julio de 2009

un día entre otros muchos

Con suma ilusión he creado hoy una receta. Ensalada de garbanzos con anchoas, pimiento verde en rodajas muy finas, cebolla idem, pimienta sal, vinagre de ..., y aceite de oliva y queso fresco.
Bueno, me ha parecido un fiasco. He pensado que, a mi hermana Pover le encantaría. Ella agradece todo o casi todo lo referente a la comida. Pero ando de capa caída y no hay fórmula capaz de arrancarme de esta especie de velado desinterés.
Con lo que me mola organizar un almuerzo o una cena en la que participe mi amiga del alma, incluso compartirla con personas menos de mi agrado, no me importa normalmente. Es más me gusta hacerlo. No se cómo: el demonio anda suelto en mi interior.
No ceso de repetir: . Y, no es incierto. Cuanto menos hago, menos aún quiero hacer.
Trás ese "avistamiento" no salgo como la primera vez de mi misma, ni me lleno de aquella extraña paz que me abordó trás el primero en el casi levitaba...

Todo se torna niebla a mi alrededor. El aleteo verde brillante de las lucíernagas no llega hasta ese adentro repleto de alegría, ya de felicidad de otras veces.

Me lleno de apatía y fumo fumo y fumo como en un extraño deseo de salir de la bruma.

¿Una menopea sería la clave? ¡Quiá! Respondo yo misma. No, no es eso. No me basta.
Quizás sentirme una con el todo sea la clave. No me sale. El ego se impone implacable. No me bastan los llibros, ni las películas. No me basta Internet, las anchas llanuras ni los tupidos bosques. No me llegan las grandes maravillas del mundo, ni el dolor de tantos.
Sólo estamos la densa niebla y el "yo". Mi "yo" petulante e indisciplinado contra el yo-mismo.

Pienso en mi. Y después de mi, la nada. Y ante mi, la nada y trás de mi...unas lágrimas, pocas. Algunas pocas de esas lágrimas muy sinceras. El resto: saber estar.

No me quejo. Yo no sé estar. Es más, no lo pretendo.
Ya tuve suficiente del saber estar y la paraférnalia que lo rodea. ¡Avanzar cuesta tanto!
Y no puedo evitar el nombrar a la sociedad de hoy, mientras caigo en sus fauces.
Miles de noticias desvastadoras. "Yo tan campante con mi elefante, con mis babuchas y mi turbante..." o algo así cantaba Carlos Cano en "La toma de Graná" Y mi reproche interno que no llega más allá para olvidarlo de pronto.
Quiero estar desnuda el día entero, la noche entera hasta el final de mis días que se prolongan indefinidamente. Esto de hacerse viejo por el avance de los descubrimientos me llena de pesar.

Ser viejo porque hay que convertirse en viejo de modo natural. Aceptar las arrugas como algo hermoso, coger kilos por lo inevitable de los años y la gustosa inmovilidad.

Eso no está in.
Hay que luchar contra la vejez, no así contra la idiotez medíatica. Hay que estar al loro de todo lo más popular de todo aquello que nos hace sentirnos únicos pero iguales. No. Sólo únicos. Lo dicen hasta los científicos. Y aún deseando tomarlo al pie de la letra, no puedo.

Luego frente a ese mundo de ficción; la soledad del alma. De las almas. Viejos maltratados, abandonados por los hijos. Hijos aterrorizando a los padres. Etc.etc,etc.

Y mi yo. Tratando de modo obsceno salvar el pellejo. Aíslandome de todo. No me concierne. Lo llevo viendo hace ya mucho tiempo.
No tengo hijos, así que no pasaré por esa experiencia, lo que no evita que la vea en otros.

¡Cómo para no verlo!

¡Fiesta! La vida es una fiesta. Se empeñan en ello la televisión, la mayoría de las radios. ¡Fiesta!. Hay que estar en este concierto, en aquel otro y en el de más allá. Hay que acudir al teatro, al cine, a la opera, al ballet. Cómo puedes haberte perdido el Sonor. ¿No fuiste a Benicassim? Aj. Qué incultura.

Si. La cultura lo cubre todo. Debe serlo todo.

¿Con qué medios?
La cultura es cara. Muy cara. Un libro de noventa páginas de poesía cuesta la friolera de catorce euros. Y lo compras porque es gente que está empezando y porque te fascina. Pero cuantos al año puedes comprar con un subsidio de cuatrocientosveinte euros -todo un triunfo trás una vida de trabajo-.
Y sigo siendo privilegiada. Sin dudarlo un segundo.
Englosar las listas de los incultos por comprar pocos libros al años, es harina de otro costal. Desinteresada de la música porque no he sido vista en el teatro tal o cual es sencillamente incultura de los cultos que confunden la no asistencia con el desinterés.
La cultura de los pueblos ha sido sustituida por la cultura de los economicamente pudientes.
Siempre fue la cultura un privilegio de unos pocos, pero la cultura en si, no es acudir a un teatro, ver un film, o leer un libro. La cultura es saber vivir. Respetar las diversas formas de vida, oir a los otros, ser lo suficientemente humildes para saber que la cultura es algo que se forma durante siglos y que por tanto ninguno de nosotros poseerá la cultura suficiente si no oimos a los que fueron antes que nosotros, ni aprendamos de sus errores, ni nos consideremos como niños a la hora de absorber las palabras de nuestros antecesores.

No es menos cierto que la sociedad de hoy aporta grandes talentos.

Hay gente muy joven que como Mozart u otros genios escriben, pintan, edifican, descubren en si mismos mundos inéditos. Maravillosamente inéditos. Pero nunca fue lo común.
Hoy se dan mayores oportunidades. Gracias a Dios. Pero que no nos pinten a esos seres estupendos como algo que podemos ser cualquiera de nosotros.

He ahí la falsedad del mensaje.

No dicen nada sobre la limitación general. Si todos fuesemos capaces de todo, cómo habríamos de consentir ser seres esclavizados.

Adriano habló de la esclavitud de las máquinas.
Si no es así, hago responsable de ello a Marguerite Yourcenar.

Pero si no fue él, da igual. Es una realidad tan poderosamente grande que importa un bledo quién o si alguíen lo dijo. Es ist eine Tatsache y punto.


Sigo mirando en mi ombligo en perenne cástigo. Mi propio dedo me señala y me acusa.

Quiero volar, bucear en un mar infinito, quiero librarme hasta de mi y, mantener a flote la sinceridad de lo que me une a mis amigos. Mi fidelidad a lo cercano y veraz. Arrojando de mi lo falso y lo que no comprendo con los ojos del corazón.
Que no se ría el sr. Punset. Lo admiro demasiado.
He de encontrarme conmigo misma pese a mi misma. Y al riesgo de rajar mis vestiduras.

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