Diario

domingo, 30 de agosto de 2009

diario

Durante el día ejerce su ¿propïo mandato? de secar y resecar la tierra.

De noche descansa. Entonces llega ella. De un pálido y enfermizo blanquirosa. se posa sobre la ciudad. Quieta, amenazadora en su sutileza cadavérica permanece hasta bien entrada la mañana. Eolo sopla de nuevo y la lanza
a quien sabe que confines ignotos y retoma su labor de agostar y agostar.

Remueve mares y océanos, cimbrea cipreses, despeina palmeras, deshoja flores, arrastra basura esparciendola.

Y así día trás día, hemos dejado de contarlos.

Las más humildes florecillas, esas que crecen por doquier, que ningun hogar encuentran en los jarrones de cirstal,
esas florecillas salvajes se yeguen dispuestas a no dejarse arrasar.
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