Mi amigo Fidel y yo, fuimos a una tasca a la solíamos ir con frecuencia. Así como tantas otras veces, llegamos y tomamos asiento. A nuestro lado en otra mesa había un señor mayor mirando obstinadamente hacia ningún sitio. La tasca estaba a reventar de gente. Habíamos tenido suerte al encontrar mesa, claro que estábamos tan apretujados que apenas nos podíamos mover, y eso dificultaba pedir algo porque había que levantarse puesto que no tenía servicio de mesa. Teníamos que pedir en la barra, pero en fin, lo hacíamos como mejor podíamos.
Como éramos conocidos hubo un momento en que el dueño se acerco a saludar y poniendo las manos sobre los hombros de mi amigo Fidel, le dijo: voy a pelearme con ese hombre, lleva un rato grande ahí ocupando una mesa sin pedir nada. A lo mejor, dije ese hombre no sabe que tiene que hacer su pedido en la barra…El dueño sin decir ésta boca s mía se retira hacia la barra. Mi amigo me conoce bien y me dice, tú no te metas. Obvio su comentario y me dirijo al Sr. Señor, perdone, sabe usted que aquí hay auto-servicio, si responde, hace ya un buen rato que pedí. Ah bueno.
Volví a mi asiento y se lo dije a mi amigo. Seguimos en nuestra charla aunque Fidel andaba un poco mosca por mi “intromisión”. El dueño miraba a Fidel con cara de sorna, y como no llamaban al hombre, volví a acercarme y le dije, señor, que ha pedido usted. Una caña y media ración de jamón, me respondió. Entonces me acerqué a la barra y solicité para el caballero la consumición. Ni caso. Entonces elevé un poco la voz y clarito como el agua pedí de nuevo lo que el señor hacía rato había solicitado y ya sin duda alguna que lo había hecho porque a mi también me había obviado. Sin otra opción salvo que deseara el dueño acararme me entregó la solicitada caña y un minuto después el plato de jamón que yo misma puse en la mesa del señor y torno a la mía.
Mi amigo Fidel, ya tiene un cabreo de órdago. Me espeta, ya estarás contenta, has hecho la buena acción del día. Obvio su comentario, pero me dice, pago y nos vamos. De acuerdo, digo, nos vamos. El señor me da las gracias y se queda allí consumiendo felizmente su jamón y su cerveza.
Mi amigo Fidel es de la opinión que éste mundo es una jungla. ¡Tiene toda la razón! En la jungla hay fieras feroces, pero la jungla nos sorprende al mostrarnos animales que aún en su pequeñez osan plantar cara a otros mucho más fieros.
En el caso de mi amigo no es falta de valor, o si, depende del concepto de valor que cada cual tenga. Pero tal vez mi amigo Fidel tan sólo es que es tímido. Aún así, creo que mi amigo debería dejar hacer a los demás lo que sienten que tienen necesidad de hacer a pesar de que tengamos también miedo.
Como éramos conocidos hubo un momento en que el dueño se acerco a saludar y poniendo las manos sobre los hombros de mi amigo Fidel, le dijo: voy a pelearme con ese hombre, lleva un rato grande ahí ocupando una mesa sin pedir nada. A lo mejor, dije ese hombre no sabe que tiene que hacer su pedido en la barra…El dueño sin decir ésta boca s mía se retira hacia la barra. Mi amigo me conoce bien y me dice, tú no te metas. Obvio su comentario y me dirijo al Sr. Señor, perdone, sabe usted que aquí hay auto-servicio, si responde, hace ya un buen rato que pedí. Ah bueno.
Volví a mi asiento y se lo dije a mi amigo. Seguimos en nuestra charla aunque Fidel andaba un poco mosca por mi “intromisión”. El dueño miraba a Fidel con cara de sorna, y como no llamaban al hombre, volví a acercarme y le dije, señor, que ha pedido usted. Una caña y media ración de jamón, me respondió. Entonces me acerqué a la barra y solicité para el caballero la consumición. Ni caso. Entonces elevé un poco la voz y clarito como el agua pedí de nuevo lo que el señor hacía rato había solicitado y ya sin duda alguna que lo había hecho porque a mi también me había obviado. Sin otra opción salvo que deseara el dueño acararme me entregó la solicitada caña y un minuto después el plato de jamón que yo misma puse en la mesa del señor y torno a la mía.
Mi amigo Fidel, ya tiene un cabreo de órdago. Me espeta, ya estarás contenta, has hecho la buena acción del día. Obvio su comentario, pero me dice, pago y nos vamos. De acuerdo, digo, nos vamos. El señor me da las gracias y se queda allí consumiendo felizmente su jamón y su cerveza.
Mi amigo Fidel es de la opinión que éste mundo es una jungla. ¡Tiene toda la razón! En la jungla hay fieras feroces, pero la jungla nos sorprende al mostrarnos animales que aún en su pequeñez osan plantar cara a otros mucho más fieros.
En el caso de mi amigo no es falta de valor, o si, depende del concepto de valor que cada cual tenga. Pero tal vez mi amigo Fidel tan sólo es que es tímido. Aún así, creo que mi amigo debería dejar hacer a los demás lo que sienten que tienen necesidad de hacer a pesar de que tengamos también miedo.
1 comentario:
Me encanta tu blog, Alhambra. Sigue así.
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