Diario

viernes, 3 de abril de 2009

Un silencio sepulcral se ha instalado durante días. Si sigo esperanzado a escuchar algún sonido amable, sé que yerro. No es tiempo de romanticismo, no es tiempo de cercanía, no es tiempo de efluvios amorosos, ni de deberes ni de obligaciones. Tampoco es tiempo de manifestaciones cariñosas. Todo hay que pedirlo, que rogarlo. Vana es la espera, y hasta la dadiva es insuficiente. No basta con dar. No sé que cosa hay que hacer en el naufragio de valores en el que nos hemos empeñado.
¿Se nos pide humillación? No creo. Sencillamente no existe la conciencia del esfuerzo. Somos libres y como tales hacemos lo que nos da la gana. Elegimos. Y esa elección ha cobrado tal fuerza que la omisión es considerada como libertad.
Nacido en la época de los "valores" impuestos, creí que la libre elección sería el reto. Pero ese reto se ha convertido en la antítesis absoluta de cualquier Valor. ¿Era esa la cuestión? Decidid amente ¡no!
Si echo la mirada atrás, converjo en que los viejos tenían más razón que un santo. España es diferente. Y me veo cayendo en tópicos que se han convertido en verdades como puños: no conocemos el valor de la libertad. Hemos olvidado a nuestros ancestros y su lucha por esa libertad de la que alardeamos sin haber hecho nada por conseguirla, por cultivarla y mimarla como algo precioso. Somos libres de manifestar hasta lo soez. ¿Es esa la libertad? Este país al que tanto amo como capaz soy de odiarlo no aprende. Y los que menos lo hacen son aquellos que pretenden regirlo, o lo rigen. Mienten con tal desvergüenza que siento pudor ajeno.
Las "Autonomías" andan encandiladas en el "su" poder individual.
Rezaba un dicho : divide y vencerás. En ello estamos. Es mucho más fácil. Lo arduo es respetar la diversidad en nuestro propio país. Cómo entonces contemplar la diversidad ajena-me pregunto.
Ya no sirven las arengas publicitarias de una u otra Autonomía. O somos o no somos. Parece ser que somos unos pero diferentes. No. No somos. Y por no ser, no somos más que un orgullo andante sin motivación para ese orgullo. Somos individualistas masivos. El Laberinto Español sigue siendo un laberinto.

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